martes, 24 de marzo de 2015

SER PERFECTAMENTE IMPERFECTOS


"SER PERFECTAMENTE IMPERFECTOS" Así reza la expresión de una recomendación final tras el curso Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión. En el abordaje de las últimas instrucciones para el entrenamiento semanal, iniciadas con un "recuerda que nada puede reemplazar a la práctica regular, la meditación es como el ejercicio físico, mientras más la practicas más desarrollas tu habilidad", se han colado estas palabras para evidenciar cómo de necesario es que seamos compasivos en los lugares en los que nunca antes se había asomado tal actitud, pero donde se echaba en falta su presencia; en el día a día y justo en el espacio que existe entre un propósito y su resultado. 

Tengo que volver atrás en los contenidos del curso para encontrar de nuevo con cuáles de mis propios valores encaja este consejo y si, sobre el papel de la mente, puede añadirse a lo que conforma mi propósito vital. Descubro en ese listado que la humildad y la modestia, junto a la paciencia y la prudencia, la aceptación y la calma, toman en estos momentos especial relevancia. Pero cuando las ideas salen del papel y se convierten en experiencias, cuando la dificultad surge, cuando las decisiones de los demás se interponen entre nosotros/as y nuestros objetivos es fácil caer en el viejo hábito de reaccionar; enfadándonos, temiendo, dudando, desconfiando. Y la segunda reacción es casi peor que la primera; nos castigamos, nos juzgamos, nos criticamos, nos culpamos. 

Recogemos todas esas semillas negras y volvemos a regarlas con el tiempo que le dedicamos internamente a autocastigarnos con esos gestos, que a su vez levantan sentimientos de falta de afecto por quienes somos, empezando por sentirnos diferentes, solos/as, aislados/as, dolidos/as, incomprendidos/as. Así de fácil es reconocerse caminado por las calles tristes, víctimas y con desesperanza. 

Recordar las veces en que fuimos también verdugos con los demás hace que haya un resquicio a la comprensión y al no juicio. El no juicio dirige la mirada de nuevo a los valores personales que conectan con la ecuanimidad,  la dignidad, el desapego, la búsqueda de la coherencia y la autenticidad. Y de pronto, casi mágicamente, de forma perfecta, todos estos valores abren de nuevo al corazón y, en el alivio que aporta reconocer nuestro compromiso con ellos, encontramos el reconocernos, ahora sí, como seres perfectamente imperfectos
En medio de ese campo de batalla en el que hemos convertido al cuerpo, donde el enemigo es lo que creemos que somos y lo que otros/as creen que somos, se encuentra la conciencia atisbando una bandera blanca en forma de idea que anida en el corazón de todo ser humano; saberse y reconocerse como imperfecta/o. Reconocer en todo ser humando dicha cualidad, se convierte en el único arma que puede cambiar la situación de la víctima.

Porque es el corazón lo que nos hace perfectos a todos. El lugar donde residen nuestros anhelos de felicidad, nuestros sueños e ilusiones, es donde encontramos la sabiduría de reconocer que el cómo nos sentimos no es lo que somos, que entre los objetivos que nos marcamos y nosotros mismos a veces el obstáculo no son los demás sino uno/a mismo/a, que lo que pensamos no es la realidad, que ésta última experiencia es nuestro mejor maestro/a y que todo puede cambiar si miramos el mundo de nuevo con los ojos del corazón. Porque cuando la mente nos recuerda nuestra torpeza el corazón nos recuerda que sólo estamos aprendiendo y que el éxito es el final de una serie de fracasos previos. 

Así es la práctica de la meditación compasiva, así es la atención plena, un entrenamiento que pone luz en:

  • que nos unen más cosas de las que nos separan, 
  • que existe un espacio temporal, el presente, en el que incluir nuevos y más saludables hábitos,
  • que entre un estímulo y nuestro propio comportamiento existe un espacio donde ofrecer respuestas más adecuadas, para los demás y para nosotros/as mismos/as, 
  • que nos liberamos de una parte importante de nuestro estrés cuando dejamos marchar creencias irracionales, excesos de juicio, y miradas puestas siempre en lo que nos falta, resumiendo la vida en el solo acto de sobrevivir, 
  • que la amabilidad y la compasión son cualidades innatas que sólo hay que rescatar del baúl de los recuerdos, cuando deliberadamente "le abres la puerta a otra persona, eres paciente en una reunión con una persona díficil, o sacas a un caracol de la acera para que no sea pisado por algún transeúnte" pero también cuando ese caracol eres tú y el transeúnte que puede pisarlo a la vez también eres tú, pues sólo podemos ser crueles con los demás cuando ya nos hicimos expertos/as en serlo con nosotros /as mismos/as.
  • que existe una rampa hacia la felicidad cuando simplemente agradecemos cada pequeña cosa de la que disfrutamos y nos salimos de la cuenta de que sólo merecemos lo mejor y si es posible, lo mejor de los demás, sin importar los costes.

Práctica 1: Observa en tu estilo de vida cómo te relacionas con los demás y contigo mismo /a cuando surge la dificultad. ¿Podrías tratarte a ti mismo/a con mayor amabilidad, así como lo harías con tu mejor amigo/a?

Práctica 2: Observa cuando no consigues un propósito ¿Podrías sentir agradecimiento por lo que ya tienes y que ese sentimiento tuviese más peso que la frustración por lo que no conseguiste? 

Video: Ted David Steindl-Rast ¿Crees que éste es solo un día más en tu vida?




(Fuente del texto en cursiva: www.cultivarlamente.com, www.redmindfulness.org de su creador  Gonzalo Brito Pons e instructor del curso Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión). 


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